¿De dónde surgen los
pensamientos? Básicamente surgen de tus expectativas, de las creencias que
tienes, al igual que el resto de personas, acerca de ti mismo, de los otros y
el funcionamiento del mundo en general. En definitiva, de la manera con la que
miras tu universo. Y llegas a hacerles tanto caso que los tomas por la verdad
absoluta, y eso puede ser doloroso.
Si prestas atención por unos segundos a
tus pensamientos, te darás cuenta que estos están continuamente cruzando tu
mente, sólo cuando de forma deliberada los buscas, eres consciente de los
mismos. Por ejemplo, ¿qué estás pensando ahora que lees estas líneas?,
obsérvate unos segundos. Tal vez te digas que esto de los pensamientos era algo
que ya sabías, o que es un tema interesante, o tal vez te preguntes ¿cómo no me
he dado cuenta antes? Lo cierto es que puedes pensar cualquier cosa. Y eso no es
un problema, este surge cuando lo que piensas conlleva que te sientas mal. Por
eso, una manera de empezar a tomar consciencia de lo que te dices, pasa por
sentir tus emociones. Si te sientes mal pregúntate que ideas están cruzando tu
mente. Así empezarás a ser consciente de tu flujo de pensamiento.
Generalmente los pensamientos que causan malestar hablan en primera persona, como si fueran tu voz, por tanto,
los crees a pies juntillas. Pero no son tu persona, son tus pensamientos. Y tienen una serie de contenidos que son la
gasolina para encender tu malestar, al observarlos pones de manifiesto los
mismos y eso ya es un paso para que se dé la posibilidad de cambiarlos. Estos
contenidos son:
·
Culpabilizadores.
Te culpan de lo que no funciona: «Si no fuera por mi dolor mi familia podría ir
al campo», «me han despedido del trabajo por no ser capaz de aguantar el dolor»,
«he cansado a mi pareja y se va a separar» etc.
·
Comparativos.
Te comparan continuamente con quien fuiste o con otras personas y en la
diferencia sales perdiendo: «Hay que ver con lo que yo he sido», «todos en casa
cumplen con lo suyo menos una servidora», «El resto de personas no está tan mal
como yo», etc.
·
Perfeccionistas.
Te exigen la perfección y cuando no la consigues te castigan: «No tengo tiempo
para ir a dar un paseo debo dejar la casa totalmente recogida», «no me puedo
relajar hasta que todos se hayan acostado y ya no quede nada por hacer de lo
contrario sería una caradura», «tengo que conseguir aprobar el doctorado y
trabajar a la vez, por encima de mi fibromialgia», etc.
·
Pertenecen
al pasado. Te recuerdan continuamente errores y fracasos y
los logros nunca aparecen: «No voy a aprender nunca», «siempre igual, no soy
capaz de hacer nada bien», etc.
·
Irrespetuosos.
Te describen de una manera irrespetuosa y dañina: «Soy una persona torpe», «estoy
gorda como un enorme donuts de 50 kilos», «menuda depresiva llorona estoy
hecha», etc.
·
Adivinos.
Tienes la seguridad de saber lo que otros piensan y sienten, sin haberlo
compartido con ellos: «Seguro que mis amistades no me llaman porque han dejado
de interesarse en mí», «mejor no voy a esa reunión pues la gente pensará que
soy tonto», «seguro que mi marido ha dejado de quererme», etc.
Cuando
piensas en tus circunstancias, interpretas tu realidad en base a lo que esperas
de ella y a lo que estás acostumbrado a mirar. Por ejemplo: Hay personas que
ante una misma circunstancia tan sólo perciben aquello que no les gusta y se
molestan por ello, otras, sin embargo, se fijan en cuestiones diferentes pues
no desean sentirse mal. ¿Qué significa esto? Que lo que pensamos es un producto
de nuestra subjetividad. Algo lógico, pero también puede ser un problema, pues
en ocasiones, nuestra manera de pensar está llena de errores. Errores que hacen
que interpretemos las cosas de una manera limitada, y por tanto, acarrean
malestar sin necesidad de ello. Pero ¿Por qué conllevan malestar? Básicamente
porque:
·
Son
imprecisos e inexactos: «Llevo dos días con un dolor
paralizante, nunca se me va a pasar» ¿Nunca?
¿No se pasará en ningún momento en los próximos días o semanas o años?
Lógicamente ante un pensamiento así sentir desesperanza es lo mínimo. ¿No
crees?
·
Etiquetan
personas y situaciones: «No conozco a este médico pero
seguro que es como los demás y no me hace ni caso». En el ejemplo, la persona aún no ha tenido oportunidad de ver cómo
trabaja el profesional pero ya le prejuzga y seguramente se mostrará con recelo
y desconfianza ante él.
·
No
atienden a razones, sólo a las emociones: «Si me siento
desesperada es que mi situación no tiene solución». Tus emociones no son la realidad, de hecho puedes sentir que el
mundo se hunde a tus pies, y al cabo de un rato descubrir que las cosas han
cambiado.
Creo que estarás de acuerdo conmigo en
que todo lo que sea malestar sobra. Si reconoces estos errores caer en su
trampa será más difícil. ¿Cómo puedes reconocerlos? En próximas entradas te lo cuento
3 comentarios:
Bruno, lo que publicas me parece muy interesante y para ser aplicado a la práctica!!!. Saludos.
Al leerte se me ha venido a la mente un dicho que dice: "cuanto sufrí por lo que nunca pasó"
Muy interesante el articulo y cierto, nuestra vida rige en función a nuestra forma de pensar y de ver la vida. Pues cada ser humano decide como pasar el día y tiene 2 elecciones o decide pasarla bien o decide pasarla mal si se decide por la ultima se esta condenando sencillamente a ser infeliz. Saludos
Publicar un comentario