La táctica del avestruz
aplicada a los profesionales de la psicoterapia, consiste en ver a sus clientes como personas que echan un pulso a su terapeuta. O dicho de otro modo, no quieren ver lo que necesita ser visto. En este pulso, quienes demandan ayuda, no
terminan de seguir las pautas que se les indica, o no aceptan las
interpretaciones del terapeuta. O simplemente, que desconsiderados, no mejoran.
Algunas escuelas han desarrollado teorías completas al
respecto, y otras han terminado por incorporar conceptos como, la resistencia
del paciente. Desde una posición de superioridad, que da la ciencia, y sin
atisbo de autocrítica personal, el o la terapeuta son infalibles, ellos y su
método no presentan tara ninguna, es el paciente quien no está preparado para
recibir semejante aportación para su salud, es el paciente el que en sus
carencias no tiene el nivel adecuado para entender “nuestra sofisticada
teoría”. Así hablamos de este o aquel como pacientes resistentes, e incluso se
les dice: «usted no quiere curarse, de lo contrario me haría caso», y sin
decírselo, aunque alguno lo piensa; «y de paso no me haría dudar de mi método,
que me ha llevado años de estudio y preparación»
La táctica del avestruz está muy desarrollada en aquellos
profesionales, que no someten nunca su trabajo a la revisión o supervisión de
otros profesionales más experimentados, incluso alimentan el autoengaño,
creyendo que esta labor, la supervisión, no es necesaria. Como si por el mero
hecho de su voluntad, su trabajo fuera perfecto en todas y cada una de sus
actuaciones, y así a lo largo de años, incluso sin necesidad de reciclarse y
ponerse al día con las nuevas aportaciones y avances de las neurociencias. Se
puede encontrar también en quienes haciendo su trabajo lo más correctamente
posible, no exploran en su paciente la satisfacción por la asistencia recibida
y/o los objetivos conseguidos, bien mediante un cuestionario o entrevista o el
preceptivo seguimiento a los meses de finalizar.
Estimado lector, ¿Cuántas veces en consulta una persona, que
antes ha pasado por otro profesional, cuenta prácticas que reconocemos como
ajenas a la propia psicoterapia, o simplemente como recetas de cocina que se
aplican a granel sin ninguna garantía de éxito? Incluso prácticas y
herramientas que si bien fueron válidos hace décadas, ahora están en desuso,
precisamente, por haber sido superadas ampliamente por el nuevo arsenal de
enfoques y herramientas. Muchas veces, más de las que nos gustaría escuchar, detrás
de estas prácticas hay un terapeuta experto en la táctica del avestruz.
Presuponer que la formación y el interés personal de todos
y cada uno de los psicoterapeutas en activo, por sí solo garantiza una práctica
eficaz y eficiente, honesta y responsable, es presuponer demasiado. La
experiencia que nos encontramos, a través de nuestros pacientes así nos lo
indica.
Una de las consecuencias de esta mala praxis, tal y como
señalan los estudios es que entre el 20 y 40% de los casos tratados en
psicoterapia se encuentran peor tras esta. Y hay variaciones importantes de una
escuela a otra, entre los resultados se encuentra el fracaso terapéutico,
incremento de los síntomas, cambios de personalidad no deseados, dependencia
del paciente, aumento de la desesperanza y tendencias suicidas, etc. Casi nada.
El camino que hay por delante nos coloca en una posición de
responsabilidad ineludible, en la que no solo la formación continua, también
poner bajo revisión nuestros métodos y habilidades, asegurarán una mejor
atención a quienes acuden en busca de ayuda. Asimismo, expresar honestamente
los posibles efectos secundarios o iatrogénicos, las dudas y experiencia sobre
casos similares tratados, ayuda a construir una relación o alianza terapéutica
más estable, la cual está en la base del éxito
Ninguna disciplina psicoterapéutica debería juzgarse
exclusivamente por sus éxitos, los fracasos también cuentan, y mientras no los
tengamos en consideración, difícilmente seremos eficaces y eficientes en
nuestra práctica profesional.
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