Hay quien dice que el éxito es una historia de fracasos, o intentos, que
en el último capítulo terminan bien, es decir que cualquier chasco ha podido
ser un triunfo, si la última parte hubiera sido distinta. También ocurre que el
éxito cuando llega dificulta ver los fracasos que han llevado a él, y en
ocasiones parece que todo ha valido la pena si el final es feliz. ¿Significa
esto que hemos de fracasar para alcanzar el éxito?
Pues no siempre pero, habitualmente es así, fracasar
y tener éxito son condiciones inherentes a la propia experiencia vital, no hay
una vida sin ejemplos de ambas situaciones. Estas ocurren como consecuencia de
un cúmulo de variables, de las cuales nunca llegamos a tener el control
absoluto, además de que el azar, la suerte llaman algunos, cumple también su
papel, por ejemplo un reloj que se queda sin pilas la noche antes de una
importante reunión, despertándose su propietario tarde y no llegando a tiempo a
la cita. A veces otorgamos toda la responsabilidad a la misma “he suspendido las oposiciones, qué mala
suerte he tenido” sin contar que las condiciones han sido iguales para tu
compañero de mesa. Si bien con frecuencia somos capaces de controlar
bastantes aspectos que forman parte de
nuestra conducta, es bueno no perder de vista que estamos limitados. Pues
cuando la cosa no sale como se esperaba, podemos llegar a censuramos de tal manera
que por un momento pareciera que todo dependía de nosotros.
Lo cierto es que de ti depende lo que con tu
conducta o actitud puedas hacer o modificar, sobre el resto ya no tienes tanta
responsabilidad. ¿Te das cuenta de la importancia de esta última afirmación? El
caso es que en cualquier momento, a la vuelta de la esquina de la vida, puedes
descubrir que todo da un giro repentino y altera tus planes. Y esto le ocurre a
cualquiera, feliz o infeliz, alto o bajo,
optimista o pesimista, etc. Y más aun, pues el significado de la suerte
siempre le corresponde a quien la vive, es decir es muy subjetiva. Estoy seguro
que conoces a más de una persona cuyas circunstancias dirías que son
envidiables y, no obstante, se siente desdichada, incluso al contrario, a quien
aparentemente le ronda siempre la calamidad y sin embargo se muestra feliz y
dichoso.
Igualmente hay etapas de la vida que
coinciden con aspectos madurativos y que en ocasiones se viven como crisis.
Tras nuestro nacimiento viene una época de crecimiento y desarrollo
importantísima que seguirá en distintos momentos de madurez, coincidiendo con
la etapa adulta y luego la llegada de la vejez y la proximidad de la muerte.
Generalmente es la cultura la encargada de señalar los pasos entre las
distintas etapas, con rituales que despiden una y dan la bienvenida a otra. El
simple gesto de recordar los cumpleaños o aniversarios desempeña esta función,
ya sea pasar de niño a adulto, de trabajador a jubilado, o de residente en la
casa de los padres a emancipado conlleva un momento de transición, de cambio y
oportunidad que se puede vivir como un conflicto o como un fracaso. Y esto
ocurre porque toda transición conlleva la sensación de pérdida, de que algo
quedó atrás y ya no recuperaremos, además de la incertidumbre por lo que vendrá
que puede llegar ser un freno si se vive con temor, temor al cambio. Igualmente
si se vive como algo esperanzador o ilusionante es bueno permitirse extraer el
aprendizaje oportuno.
Gestionar el éxito, es decir, aprender de él, es tan
importante como gestionar el fracaso. Hacer una lectura en profundidad, tanto
de uno como de otro, puede facilitar que nos volvamos a encontrar con lo mismo
en un futuro cercano, o por el contrario lo evitemos. Y esto consiste en tener
claro qué te ha llevado a él, siendo consciente de los recursos y las carencias
que han facilitado o dificultado su consecución, asumiendo la responsabilidad
del mismo, o negándola para dejarla en manos ajenas.
Así, las
expectativas de control que la persona percibe sobre los diferentes ámbitos de
su vida, diferencia dos maneras de responder. Por un lado, quienes
ante los acontecimientos se quitan la responsabilidad y por tanto, creen que
poco pueden hacer. O quienes
asumen la responsabilidad de su vida, y pueden hacer mucho por cambiarla. La diferencia entre una y otra actitud
nos muestra personas que suele tener éxito de quien suele vivir en el fracaso. Si
piensas que es cuestión exclusivamente de la suerte, entonces es que no tienes
el menor control de la situación. Estas características suelen permanecer estables
en el tiempo y están influenciadas por las experiencias vividas. Y si te
fijas, a medida que evoluciona el ser humano, la importancia de la suerte en
nuestras vidas va perdiendo fuerza, pues cada vez somos menos supersticiosos y
más responsables de nuestros actos. Aunque siga habiendo muchas personas que
achacan su suerte a condiciones externas y por tanto lejos de su control.
Así que ya sabes, puedes dejar que la suerte dicte tu camino, o asumir la responsabilidad de tus circunstancias y así posibilitar que el éxito esté más cerca. De ti depende.
1 comentario:
Gracias Bruno por tu trabajo, tus publicaciones y entradas en el blog.
Te copio textualmente la frase que tengo en mi muro de facebook: "Luchar por algo sin trabajar es como tratar de cosechar donde no has sembrado".
Gracias de nuevo.
Saludos:
M. Mar Requena
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