18 de octubre de 2013

QUIEN SABE REIR SABE CURAR (SE)


Imagina por un momento que entras en una habitación donde hay personas riendo, las observas y preguntas: “¿Qué ocurre, de qué os reís?” Pero nadie contesta, siguen riendo a carcajada limpia, algunos incluso tienen lágrimas en los ojos de tanto reír. ¿Cómo reaccionas tú?

Una sonrisa parece que ilumina el entorno de quien la expresa, y es difícil mantener el semblante serio ante la misma. Nacemos con la capacidad de sonreír, algo que de niños hacemos en centenares de ocasiones al día, pero que de adultos apenas mostramos. Maduramos adquiriendo normas sociales de convivencia y construimos una imagen de nosotros ante los demás respetuosa, seria, rígida y adulta, y de repente dejamos de reír, estamos como encorsetados en nuestra imagen.


Actualmente hay una gran oferta de cursos en torno a la risa. Y en muchos procesos de formación las técnicas de risoterapia abundan como estrategias deshinibitorias o de cohesión del grupo. A los asistentes se les pone en situaciones que provocan una cierta tensión emocional, como vergüenza, con el  ánimo de liberar la risa, de romper este imaginario corsé de rígida madurez, y a través del juego y de la música expresar emociones. Y lo cierto es que funciona. Pero la risoterapia no es, únicamente, un conjunto de estrategias, además es algo que podemos aprender a hacer en nuestra vida diaria, para encajar muchas de esas circunstancias que nos afectan, para disfrutar de nuestras relaciones con intensidad. La risa por sí sola puede llevarnos a generar un estado emocional placentero.

 
        Y es que risoterapia ante todo, es una actitud vital en la que, el sentido del humor ocupa un lugar privilegiado de entre las características personales. Cuando hablo de sentido del humor no me refiero a ser capaces de reírse de todo y de todos, sino a saber entender la vida y sus circunstancias de una forma más agradable, más optimista. Lo que nos lleva a vivir sin un sufrimiento extra. Y esto también vale para los profesionales, sobre todo cuando pretendemos que la persona adquiera mayor flexibilidad en su manera de pensar o actuar, sin permitirnos lo mismo en nuestra manera de relacionarnos.

        En una ocasión alguien me dijo que entendía la necesidad de mi trabajo, pero que lo veía triste y en ocasiones desagradable. A lo que contesté: Nada de eso, ni te imaginas lo que nos reímos los neuróticos!

El sentido del humor busca nuestro bienestar y nos induce a estados de relajación, asimismo, consigue que seamos más tolerantes ante los demás, por lo tanto tiene una enorme utilidad ante la frustración. Se encarga de r-e-l-a-t-i-v-i-z-a-r la seriedad de la vida y puede entenderse como un rasgo positivo de personalidad. Puedes aprender a vivir con sentido del humor para ello has de acostumbrarte sobre todo a identificarlo. Desde la sutil ironía hasta un estallido de carcajadas, las tonalidades del humor son amplias y variadas.
 
 
 

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