21 de diciembre de 2013

ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR



Las personas tienen a su alcance el bienestar emocional, y uno de los caminos para conseguirlo está en las habilidades de comunicación, pues son el cemento que nos une y nos hace conscientes de la relación que tenemos con nosotros mismos y con quienes nos rodean, para bien o para mal.

Un axioma de la psicología dice que es imposible no comportarse, dicho de otro modo, cuando alguien existe muestra su existencia a través de su conducta, si aceptamos que toda conducta en una situación tiene función de mensaje, es decir, comunica algo, se deduce que es imposible no comunicar, o dicho de otra manera, la comunicación siempre existe. Y cuando digo siempre, me refiero a cada uno de los segundos de nuestra existencia, seamos conscientes de ello o no. Incluso cuando nada decimos o hacemos. Si es hacia los demás se denomina comunicación interpersonal, si es hacia dentro, comunicación intrapersonal. Tan importante es una como otra forma de expresión, de hecho suelen estar unidas.



Un ejemplo de la presencia continua en la comunicación es el que sigue. Resulta descriptivo cuando una pareja se acerca a consulta buscando consejo y transcurre el siguiente diálogo:

Pareja:        “No nos comunicamos”
Psicólogo:   “Eso creéis vosotros”
Pareja:        ¿Cómo?”
Psicólogo:   ¿Por qué decís que no os comunicáis?”
Pareja:        “Cada vez que nos enfadamos podemos estar hasta una semana sin hablarnos y sin mirarnos siquiera”
Psicólogo:    “¿Y eso refleja que no os comunicáis?, veámoslo”
Psicólogo (a él): “¿Por qué no la miras?”
Él:                        “Que sepa que estoy enfadado y paso de ella”
Psicólogo (a ella): “¿Y tú qué haces?”
Ella:            “Yo también paso de él”
Psicólogo:    “¿Y crees que él se da cuenta?”
Ella:            “Por supuesto”
Psicólogo:    “Entonces el mensaje puede ser algo así como: (Él) Estoy molesto y ahora te ignoraré para que te enteres. (Ella) Vale, pero yo tengo también mi razón y te muestro mi enfado.
¿Aún seguís pensando que no os comunicáis?            

La comunicación se transmite mediante un lenguaje que puede ser verbal, a través de las palabras. Gestual, a través de los gestos y mental, representado en las cogniciones, pensamientos o imágenes. Al relacionarnos con las personas de nuestro entorno e influirnos recíprocamente, casi sin darnos cuenta buscamos la coherencia entre el lenguaje verbal y gestual, pero si no la encontramos algo en nuestra mente nos avisa y damos más credibilidad al lenguaje sin palabras. ¿Has visto alguna vez a alguien que con el ceño fruncido, la cara seria y los labios apretados dice con tono alto y seco?: “…no estoy enfadado, no me lo preguntes más” y tú que observas la situación piensas: “dirás que no, pero tu cara dice lo contrario”. 

Los procesos no verbales se encuentran unidos a los verbales y ambos a los contextuales, podemos separarlos para estudiarlos y analizarlos, pero en la comunicación diaria y cotidiana forman parte de un todo. Para llegar a ser una persona habilidosa se han de manejar adecuadamente ambos elementos, de hecho la comunicación no verbal puede ser muy importante en unos momentos e irrelevante en otros, por ejemplo, cuando hablamos con un interlocutor a través del teléfono. Lo cierto es que somos conscientes de algunas claves que aparecen tanto en el lenguaje hablado como en el gestual y ejercemos control sobre ellas, pero no lo somos de otras.

Si hay una verdad es que tanto la conducta verbal como la que no lo es puede cambiar de significado dependiendo del contexto donde se expresa, incluso del sexo de quien la emite. Por ejemplo, alguien puede estar hablándome y yo al escucharle doy cabezadas, éstas pueden significar que estoy de acuerdo en lo que dice o que termine que tengo prisa.

Comunicar con sentido nos permite encajar mejor en nuestro entorno y además facilita que consigamos aquello que deseamos. De hecho, muchas de las circunstancias por las que una persona puede acudir en busca de ayuda o consejo profesional tienen que ver con un déficit de estas habilidades, igual que muchas de las circunstancias relacionadas con la satisfacción y bienestar vital tienen que ver con el manejo y dominio de éstas. Son el nexo de unión entre la persona y ella misma y ésta y su entorno.

La responsabilidad de una comunicación adecuada es tuya, si alguien no te entiende es posible que no te hayas explicado en condiciones.

 

 

14 de diciembre de 2013

LIDERAZGO PERSONAL



¿Dirías de ti que eres un líder? ¿Sabrías señalar que características te hacen líder? ¿Has asumido el liderazgo de tus circunstancias, personales, familiares, laborales, etc.? ¿El líder nace o se hace? Todas estas cuestiones y sus respuestas pretenden poner de manifiesto una condición básica, fundamental para sentir satisfacción de la propia existencia, de la consecución del logro. El éxito viene de la mano del liderazgo, puedes dejar que éste lo asuman otras personas o puedes encargarte tú.
 
Liderazgo es lo que representa al líder y una definición puede ser: “El arte de movilizar a otros para que deseen luchar en pos de aspiraciones comunes”. Generalmente  el término líder se emplea en ámbitos que tienen que ver con el deporte, el líder del equipo, con la empresa, lideró el proyecto con habilidad y no es tan frecuente escucharlo fuera de estos ámbitos, la expresión asumo el liderazgo de mi vida aparece poco en nuestras conversaciones, aunque hay otra serie de expresiones que vienen a reflejar lo mismo, en mi vida llevo la riendas o me gusta asumir la responsabilidad de mis circunstancias, etc. También es un término muy usado en el mundo animal, por ejemplo cuando hablamos de perros o de lobos, nos referimos al líder de la manada que la conduce y establece la prioridad de las necesidades. Sin embargo cuando preguntas a quienes te rodean si son líderes, muchos no se reconocen como tal, incluso parece que asumir ese papel les produzca una cierta vergüenza. Como si hacerlo fuera un gesto de prepotencia. Sin embargo, el líder, al menos el que lidera con eficacia, lejos de ser prepotente es generoso y entregado, trabaja para el grupo, o para sí mismo si lo que lidera es su vida. 
El líder es una persona que transmite seguridad e influye en los demás, independientemente de la posición que ocupe, hay quien es jefe y no lidera, manda, y hay quien no manda pero lidera e influye. Es la referencia si está en un grupo, familiar, deportivo o empresarial. Lo cierto es que cada individuo ejerce un papel en un grupo determinado, dependiendo de la cultura, el género, la sociedad a la que pertenezca, teniendo en cuenta esto, se establecen ciertas reglas que socialmente han sido aprobadas.
 
         Cualquier proyecto necesita de alguien que lo lidere si espera salir adelante, si son tus aspiraciones personales también, y está claro que necesitan de tu implicación para que ocurran. Aunque hay personas que no se ven como líderes pues piensan que para esto se nace y tal vez ellos nunca han desempeñado este papel, o tal vez no han sido conscientes de que lo hacían. Hay quien nace con unas características que le facilitan asumir este rol, y hay quien las va desarrollando a lo largo de su vida, por tanto decimos que el líder nace y también se hace, incluso diría que las habilidades que se van adquiriendo y las experiencias que se van teniendo son más importantes para ejercer el liderazgo con éxito. De ahí que sea tan necesario, desde pequeños, permitir que las personas vayan afrontando dificultades, aprendiendo el valor del esfuerzo, asumiendo competencias.
 
         Tal vez estés pensando que resulta difícil ser un líder, pero no te dejes engañar, estamos rodeados de ejemplos cotidianos, personas que en sus ámbitos ejercen este liderazgo, y si bien es verdad que hay una serie de características que van a predominar sobre otras, a ser líder se aprende, o mejor dicho va creciendo en nosotros, por tanto esos atributos que a lo mejor no encuentras en ti pueden desarrollarse con el paso del tiempo, y por supuesto con la dedicación oportuna. Llegar a la etapa adulta supone, entre otras cosas, asumir las propias circunstancias y las consecuencias de nuestras conductas. Seamos conscientes de ello o no, pienso que todos llevamos un líder en potencia en nuestro interior y éste, tarde o temprano, tendrá que salir o nuestras experiencias nos pasarán por alto. Aunque hasta ahora hemos referido la figura del líder en relación al grupo, se puede aplicar el mismo concepto a la dirección y liderazgo de la propia vida y los proyectos personales.
 
El líder es una persona que transmite seguridad e influye en los demás, independientemente de la posición que ocupe, hay quien es jefe y no lidera, manda, y hay quien no manda pero lidera e influye. Es la referencia si está en un grupo, familiar, deportivo o empresarial. Lo cierto es que cada individuo ejerce un papel en un grupo determinado, dependiendo de la cultura, el género, la sociedad a la que pertenezca, teniendo en cuenta esto, se establecen ciertas reglas que socialmente han sido aprobadas.
 
Para explicarlo mejor voy a traerte el que considero uno de los ejemplos más cercanos y a la vez más representativo de lo que supone ser líder. Personas que ejercen el liderazgo continuamente y sin embargo no solemos verlas así, que asumen un rol que siendo tan fundamental pasa como desapercibido. De hecho, son líderes por excelencia y bastante completos pues dirigen equipos, manejan presupuestos, entienden a las personas, saben motivar, delegan responsabilidades, son autodidactas, en muchas ocasiones ejercen la dirección sin título alguno, especialistas en sentido común y en señalar las prioridades, excelentes en la organización, su entrega al grupo es incuestionable, infatigables al desaliento, educan, instruyen. Etc. etc. Si, la madre o padre o abuelo o abuela de cada uno, modelos de lo que supone liderar, modelos cercanos de los que aprender.

7 de diciembre de 2013

¿SIENTE IGUAL UN HOMBRE QUE UNA MUJER?


¿Es la genética o la cultura lo que marca las diferencias emocionales que parece haber entre el hombre y la mujer? El desarrollo emocional en las personas es un proceso con una influencia social determinante e importantísima. Hay pocas, poquísimas condiciones en esta vida, que determinen de forma tan drástica lo que somos como es el sexo que tenemos. De hecho, una de las primeras preguntas que suelen hacer los padres que esperan un bebé, en la consulta de ginecología es: “¿niña o niño?” y la respuesta recibida determinará muchas de las condiciones de ese futuro bebé. Por ejemplo, las expectativas que se creen, las emociones que se le permitirá expresar con facilidad, el tipo de juegos, la apariencia y relaciones que se le intentará inculcar y así un larguísimo etcétera.  

 

 
         Estos procesos de influencia del ambiente o procesos de socialización son distintos para el hombre y la mujer, y el núcleo principal de donde emana esta influencia es la familia. A la mujer se la prepara para afrontar la vida desde una perspectiva de la afectividad, de la que el hombre va a carecer, al menos de una manera tan refinada, él va a ser moldeado para la acción. ¿Cómo se hace esto? Son numerosos los ejemplos diarios que puedes observar, aunque culturalmente están superpuestos, como las tejas de una casa y suelen pasar desapercibidos. Al niño se le prepara para la independencia de su madre a edades tempranas, a través del juego se le somete a las duras reglas de la competición y la búsqueda de la victoria, mientras que a la niña se la prepara para la dependencia y a través del juego se desarrollan en ella habilidades colaborativas y empáticas. El chico ha de convertirse “en un hombre” y se le separa de “las faldas de la madre” antes que a la chica. Para esto ha de aprender a usar la lógica y la razón dejando en un lugar secundario sus emociones, volviéndose duro, o al menos aparentándolo. No hay nada como decirle a un niño que llora “pareces una niña de tanto qué lloras” para que empiece a controlar su llanto.

 
Menuda influjo, esto ha reprimido emocionalmente a generaciones de hombres a lo largo de la historia. Este tipo de experiencias ha limitado sus auténticas posibilidades de crecer afectivamente de forma equilibrada. Pero no sólo en su represión, también en la manifestación de las emociones hay un trabajo que deja una profunda huella, pues a la mujer no sólo no se le censura su llanto o tristeza, incluso se llega a reforzar protegiéndola cuando las manifiesta. ¿Dónde desemboca esto? En el hombre en una dificultad para mostrarse triste o deprimido, pero claro, el malestar sale por algún lado, por ejemplo la ira, que además se considera varonil y masculina. Mientras que la mujer es entrenada para dejar salir su tristeza y depresión (el porcentaje de mujeres deprimidas es el doble que de hombres, aunque también es cierto que se las sobrediagnostica en este sentido).

       Se da también que la fisiología de la mujer está más influenciada por los cambios hormonales, los cuales son cíclicos y reflejan cambios en la experiencia emocional. Según la investigación reciente, que estudia cómo las hormonas femeninas influyen en las mujeres, ellas están especialmente preparadas para la comunicación, la empatía y la percepción emocional. Por el contrario, ellos lo están para la acción, sus experiencias emocionales conllevan más actividad racional. Se sabe que cuando los chicos y las chicas llegan a la adolescencia no hay diferencia en sus aptitudes matemáticas y científicas. Sin embargo, cuando el estrógeno inunda el cerebro femenino las mujeres empiezan a concentrarse en sus emociones y en la comunicación interpersonal mientras que ellos se vuelven menos comunicativos. Si a esto le sumamos los indicios que indican, cómo hombres y mujeres, a nivel cerebral implican distintas zonas en su funcionamiento emocional. Más numerosas en el caso de la mujer, que le llevan a tener una mejor facultad de evocar o recordar experiencias altamente emotivas, podemos empezar a entender la base de estas diferencias.

Estas diferencias también se reflejan en el diagnóstico de los trastornos emocionales. A tal punto que podemos hablar de una tendencia a diagnosticar según el género o diagnóstico masculinizado. Podemos comprobar que hay una excesiva facilidad para señalar como ansiedad y depresión aquellos síntomas que tienen que ver con cansancio o dolor físico, sin descartar otro tipo de problemas. Y cuando es una mujer quien presenta estos síntomas el diagnóstico y su correspondiente tratamiento psicotrópico está casi asegurado. Es un dato, así lo constata la OMS al señalar que a las mujeres se les receta con más frecuencia esta medicación psicotrópica que al hombre, cuando presentan los mismos síntomas. La mujer, por otra parte, acude a buscar ayuda a su médico mucho antes que el hombre, al que le cuesta reconocer un estado de ánimo disfórico. Para colmo, es frecuente encontrar profesionales de la salud con prejuicios de género y, por ejemplo, piensan que la mujer exagera en sus quejas o que por serlo es más influenciable o débil que el hombre, entonces bien no dan el tratamiento adecuado, o bien éste es excesivo respecto el problema de salud que presenta. Estas diferencias encontradas tienen más probabilidad de aparecer en sociedades industrializadas como la nuestra.
La impronta ajena sobre las emociones, más allá de la biológía, va a moldear la presencia o ausencia de unas frente a otras. Además de su abordaje y comprensión desde las ciencias de la salud. Ser conscientes quizás nos ayude a eliminar las diferencias y a entender cómo somos un poco mejor.

 

1 de diciembre de 2013

EL GRUPO ES MAS FUERTE QUE EL INDIVIDUO


La manada de mamuts se acerca majestuosamente al interior del valle, unos quince ejemplares de estos enormes animales se desplazan por un entorno que ya les es familiar. A su alrededor, las cumbres coronadas por la nieve brillan bajo un sol limpio. El aire es frio y húmedo, y agita constantemente la hierba alta del fondo del valle. Mientras, paso a paso, el grupo se acerca al punto más angosto del mismo, al otro lado les esperan praderas enormes que saciarán sus estómagos, espoleados por el olor a hierba fresca que trae el aire, la manada prosigue su camino. Sin ser conscientes de la situación, trágica y vital, que se desarrollará en los próximos minutos, siete cabezas giran lentamente al paso de la manada, observando cada detalle de la misma. Un grupo de cinco hombres se arrastra sigilosamente, desdibujados por una ligera niebla que parece emerger del propio suelo.
Nos encontramos en el norte de Europa aproximadamente hace 400.000 años, estos hombres se mueven en este primigenio paisaje con naturalidad, apenas sobrepasan el metro y medio de altura, corpulentos, han desarrollado características propias de las especies que viven en regiones frías, piernas cortas y narices anchas que permiten una adecuada respiración y eliminación del calor sobrante, impidiendo que aparezca el sudor y el riesgo de congelación.

Se enfrentan a unos adversarios formidables, mamuts lanudos, capaces de aplastar a un hombre de un pisotón, pero lejos de hacerlo de frente utilizan la fuerza del grupo para tener alguna posibilidad. Mientras cuatro de ellos esperan justo el momento en que la manada se agrupará, pasando el estrechamiento del valle, para empezar a correr y así abordarla por detrás, gritando y haciendo sonar unos pequeños cuernos. El resto se halla detrás de una enorme roca, esperando justo el momento en que empujarla y hacerla caer, despeñándose, con la esperanza de que en su camino golpee a alguno de los ejemplares lanudos. La apretura del camino enlentece el paso de los animales haciendo que se agolpen. De repente, tras sus lomos gritos y sonidos estridentes, que justo en ese momento no pueden atender, pues su enorme tamaño les impide girarse para enfrentar esa creciente amenaza.
        Su respuesta no se hace esperar, aceleran el paso hacia delante cuando, como caído del cielo, apenas disponen de unos segundos para levantar la vista por instinto y descubrir como su supervivencia está en juego, un enorme objeto se acerca rápidamente arrastrando rocas, polvo y muerte. El potente barrito del macho dominante no se hace esperar, retumba en las paredes de piedra y cubre todo el valle, su llamada solo tiene una indicación para los otros miembros, una estampida que hace vibrar hasta el pico más lejano del valle, crece en segundos mientras una descomunal fuerza motriz parece anunciar el fin del mundo conocido.        
En apenas un suspiro la enorme mole, que desciende veloz por la falda de la montaña, impacta brutalmente contra el lomo de un joven atrapado entre dos ejemplares mayores. Sin capacidad para cambiar la situación, la manada escapa de su tragedia, mientras el júbilo estalla entre esos hombres de mediana estatura y duras facciones. La muerte del animal supone la vida para su grupo, para las crías de nuevos humanos que llegarán antes del verano y aun tendrán alimento en los próximos meses. Lo que ha hecho este grupo de supervivientes, se repetirá cientos de miles de veces a lo largo de nuestra historia. Aunar esfuerzos en pos del bien común.
No podía ser de otra manera. Precisamente por ser unos adversarios formidables, estos animales con su tamaño y fuerza, cualquiera que se enfrente a ellos necesita desarrollar conductas coordinadas que sumadas equiparen las fuerzas. El ser humano se ha asociado con otros desde el comienzo de los tiempos, para convivir, para cazar, para protegerse, para ganar. Podemos considerar, por tanto, que el grupo y la sociedad son los estados naturales de interrelación del ser humano.
El mecanismo que lo hace posible es la cooperación y su resultado el éxito. Por eso cuando más necesidades tenemos, mirar y conseguir la ayuda del grupo se vuelve una cuestión de supervivencia. En la familia, en la empresa, en el equipo.
 

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